Entre los escritores áureos los hay desconocidos otros que no alcanzaron a publicar nada en
su vida y algunos que hubieron de esperar a que sus amigos dieran los textos a la estampa como
homenaje póstumo. Pero también están unos pocos que huyeron de las prensas como del mismo
demonio. Pedro Mudarra de Avellaneda fue uno de ellos. Desde su retiro espiritual en San Martín
de Valdeiglesias vivió al margen de toda ambición mundana. Sin embargo su obra -hasta ahora
inédita- tiene una importancia singular en el panorama áureo. Su poema épico sobre la
conversión de san Pablo las poesías emblemáticas sus traducciones en verso de san Gregorio
Nacianceno junto con algunos diálogos humanísticos tratados eruditos históricos y
biográficos lo presentan como un autor de un perfil bien definido. Pero todo ello quedó
manuscrito por su voluntad en la biblioteca de su protector Felipe Baltasar Fernández Pacheco
duque de Escalona. Hoy más de cuatro siglos después sus escritos salen por fin a la luz.